viernes, 11 de mayo de 2012

VASOS Y BESOS: Nunca creí que existiera el amor a primera vista hasta que me tocó. Esa trigueña increíble me sonrió y yo le devolví la sonrisa. Sin preámbulos, me preguntó sobre cuál era mi plato preferido en aquel restaurante. Los langostinos al ajillo, le respondí. En un santiamén, ya estábamos compartiendo nuestros más íntimos secretos como dos viejos amigos. Parece que el destino quiere unirnos para siempre, le manifesté y luego nos besamos. Todo marchaba a las mil maravillas cuándo de repente, ocupando toda la puerta del salón, hizo su aparición el individuo más repelente que jamás haya imaginado. Usaba un sombrero alón negro y un sobretodo de color morado que resaltaba su siniestra figura. Miraba aviesamente a todos los rincones hasta que finalmente posó su repulsiva mirada en nosotros. Sin mucho pensarlo, concluí que mi acompañante no le era extraña y que era ella el motivo de su presencia. Observé a mi pareja y no descubrí en su ánimo miedo o sobresalto alguno. ¡Es su padre!, deduje felizmente. No obstante, sentí cierta aprensión al pensar en las actividades non santas que emanaban del sujeto y sobre cuáles eran sus mediatas intenciones. Alguien intentó sobrepasar al individuo, pero este, mediante un movimiento sutil, lo lanzó contra el piso y le hizo perder el conocimiento; luego, avanzó hacia mi mesa. Algo terrible iba a ocurrir. Me puse de pie en actitud defensiva y sorpresivamente recibí un golpe tal en mi barbilla que me arrojó a dos metros del sitio. Inexplicablemente, me repuse rápidamente y respondí la agresión. Pude ver como el demonio rebotaba contra el muro y de él solo quedaba el sobretodo y el sombrero. Absorto aun, cancele mi consumo y dando trompicones me sumergí en la penumbra de la noche.

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