viernes, 11 de mayo de 2012

PLANETA PARAISO: Domingo. Un reloj marcando las 10:00. Firmamento azul y sin nubes. Mi Madre veía un programa de TV. Mi Hija trabajaba en su computadora y yo leía la prensa sentado en un sillón. Sorpresivamente, dos personas se materializaron ante mí. La mujer aparentaba 35 años y el hombre 40. No hubo sobresalto alguno: ¿Podrá alguien sobresaltarse ante Dios o ante la Virgen María? La verdad: ellos no lo eran. ¡Pero como si lo fuesen! De sus cuerpos emanaba una celestial energía que impedía el temor. Primero me postré a sus pies y luego unas lágrimas de felicidad invadieron mi rostro. Mi Hija les sonrió y besó sus manos. Igual hizo Mi Madre. Ella se llamaba Stábat y él Magnificient y provenían del Planeta “Paraíso”. Nos contaron que existían 1500 planetas, siendo el más desarrollado el de su procedencia. Se tele transportaban por todo el universo, visitándolos todos. La tierra ocupaba el puesto 500 y aun faltaban un millón setecientos cincuenta mil años para llegar al lugar 100. El planeta que ocupaba el lugar 1500, se encontraba igual a como lo estaba el nuestro cuando lo ocupó el primer terrícola. En un instante, estábamos caminando por las calles de “Paraíso”: su tamaño era cuatro veces mayor que la tierra pero solo lo poblaban 5 millones de personas. No existían vehículos de ninguna índole. Solo utilizaban la energía solar y eran vegetarianos. Todo el planeta era un edén. El hombre más “anciano” tenía 22.000 millones de años y era Jesucristo, pero todos sus habitantes, gracias a su avanzada biotecnología, podían renovarse ad infinitum. Stábat tenía 13.000 millones de años y Magnificient, quién era su esposo, contaba con 15.000 millones. Recorriendo sus calles, nos encontramos con un chico de aproximadamente 7 años.- ¡Que Dios te bendiga!, le dijo Stábat. -¡Amén!, respondió el chico. -¿Cuántos años tienes?: 18.000 millones, respondió. Ella había leído nuestro pensamiento. -¿Cuándo llegaremos a este planeta?, preguntó Mi Madre. -Dentro de 15.000 millones de años, respondió Magnificient, pero, paso a paso, avanzareis antes por 399 planetas. Es un proceso de perfección. -¿Todos terminaremos aquí?, preguntó mi hija. - ¡No todos! En un futuro, los 1500 planetas serán iguales al nuestro y sus habitantes estarán viajando continuamente por todo el universo. Por ahora, nosotros somos los “Guías” y nuestra misión principal es contribuir a ello. -Les pregunté: ¿Cuál es la compensación para los buenos de siempre? - Que ellos completaran el ciclo más rápido. Solo que para aquellos seres abominables, a su muerte, su alma se extinguirá, igual que le ocurre a una gota de agua expuesta al sol. ¡Pero ellos no lo saben!: Ese es el libre albedrio: todos nacemos con las mismas posibilidades de escoger nuestro destino. Es perverso quién escoge serlo -¿Quiere decir que en Hitler se extinguió su alma? - En Hitler, Nerón, Stalin y otros millones más. -Según eso, ¿entonces no existe el infierno?-pregunté. -¡Claro que no!, me respondió Stábat. -Sería una contradicción que existiese otro ser igual a Dios, responsable de un universo paralelo. Antes de llegar al planeta 100, todos reencarnaran, pero jamás recordaran nada de sus vidas anteriores. -¿Existe la posibilidad de reconocer a mis padres en alguno de los planetas?-preguntó Mi Hija -Jamás, respondió Magnificient. -En Planeta “Paraíso” solo existe el amor: todos somos esposos, padres, hijos, y hermanos y las mujeres esposas, madres, hijas y hermanas. ¡Todos somos uno y uno somos todos. Aquí, lo único que nos diferencia es la edad y la sabiduría. Es una permanente obligación de todos nosotros, repensar el universo en beneficio de todos los que están y de los que vendrán. -¿Por qué nos han traído, sabiendo que nunca recordaremos este planeta?, preguntó Mi Madre. -Cuando regresen a la tierra, creerán que lo soñaron, pero en ustedes se fortalecerá la bondad por sus semejantes y todas sus obras estarán siempre encaminadas a beneficiar a la humanidad. Muchos querrán imitarlos. Solo a partir de la llegada al planeta 100, nunca volverán a morir: es el cumplimiento de la promesa de la vida eterna. -¿Alguno de ustedes ha visto a Dios?, pregunté. -¡Todos lo hemos visto!, acotó Stábat. Somos sus hijos y fuimos hechos a su imagen y semejanza. Dios es inmortal: Él tiene 24.000 millones de años, pero su sapiencia y poder jamás podrá ser igualado. Esto es fácil de explicar: es como si dos corredores que se encuentran distanciados por dos kilómetros, avanzando ambos bajo iguales circunstancias, el de atrás pretendiese alcanzar al primero. La diferencia es infinita. No olvidéis la invitación de Cristo para estar por siempre en su “Paraíso” Cada ser que toque su reino, gozará por siempre de ese privilegio. -¿Somos los primeros terrestres en pisar este planeta?, preguntó Mi Hija. Muchos beatos estuvieron aquí, dijo Stábat. También Gandhi, Luther King, como ejemplo. Ellos siguen perfeccionándose y en estos momentos están en el planeta 400. En la tierra hay “Genios”, e igual ocurre en los 1400 planetas, donde todos mueren y reencarnan pero ellos avanzaran más rápido hacia el planeta 100. Solo serán superados por los “Santos” porque en la mente de un “Santo” solo hay amor. Y antes que me pregunten, el sexo es para nosotros un concepto primitivo y Dios es el fruto de una inteligente y evolutiva conjunción interplanetaria. En su planeta, es algo parecido a lo que Darwin llamó:”Evolución”, lo cual explicó muy bien.

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