viernes, 11 de mayo de 2012

CIUDAD MAGREZ: A orillas del rio gris, se encuentra Magrez. No Es una ciudad, es solo un simple caserío fundado por desplazados que orgullosamente lo llaman: “Ciudad Magrez”. Tiene una sola “avenida” de trescientos metros de larga en cuyos extremos se pusieron sendos letreros: ¡Bienvenidos a Ciudad Magrez”!, hechos rústicamente. Según sus habitantes, por estética, no se construirán mas calles. Lo más destacado de Magrez es su cementerio ya que uno de sus habitantes definió sus linderos abriendo la tumba que sería el reposo del primer muerto de la ciudad. Inaugurar esta tumba se ha convertido en un ansioso acontecimiento: todos la quieren ver ocupada pero ninguno quiere ser el primero. Causa pavor ver esa fosa abierta, esperando al primer morador. La tensión es horrible. Existen rumores sobre un planeado asesinato. Por esta razón, es difícil encontrar habitantes en la calle después de las cuatro de la tarde o antes de las ocho de la mañana. El recelo es general. Algunos han pensado que sería interesante ser el primer muerto, así quedaría registrado en la historia de Magrez, pero…han desechado la idea. Magrez nada interesante ofrece a sus habitantes ni a sus visitantes. Es un lugar árido a orillas de un rio turbio que no ofrece posibilidades de pesca. El calor es sofocante pero por fin, allí sus fundadores encontraron la añorada paz y es por ello que quieren a su ciudad como a un hijo pródigo. El peligro acecha. Un rancho fue incendiado y sus moradores escaparon milagrosamente. A un niño lo atropellaron sin graves consecuencias y a una señora que arrojaron al rio, su marido la rescató luego de pensarlo por largo rato. Las aguas lluvias recolectadas por algunos, fueron envenenadas y no obstante el gran número de intoxicados, no hubo víctimas. Muchas familias que abandonaron a Magrez, igualmente regresaron. La tumba era una febril obsesión. Todos la observaban con intensa aprensión. Una tarde, uno de los habitantes descubrió en el fondo de la tumba un cuerpo. La algarabía fue histórica. Todos corrían como locos y se abrazaban. Con tanto ruido, el mendigo que dormía en ella se despertó y se marchó. Hubo quien propuso que bajaran a la capital, mataran a alguien y lo enterraran en aquella fosa. La idea pareció gustarles pero luego la desecharon porque el muerto tenía que ser de Magrez. Esto aumento la tensión. Ya nadie dormía ni se alimentaba. Temían ser asesinados al menor descuido. Llego la epidemia y una hermosa mañana de enero, todos murieron. El gobierno los enterró en el Cementerio Central. La tumba de Ciudad Magrez sigue esperando con sus fauces abiertas.

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