viernes, 11 de mayo de 2012

EL BARGUEÑO ESPAÑOL: Era un empleado medio, sin futuro ni pasado. Solía caminar por la playa todas las tardes, y cuando se detenía, fijaba su mirada en el horizonte, buscando una imprevista aparición. Recordó las recientes palabras de su esposa: Los fracasados siempre buscan su redención en hechos sobrenaturales. Fue un viernes, cuando haciendo su paseo rutinario, descubrió en la orilla un bargueño del siglo XV. Traía una inscripción: Las dos gavetas de este bargueño representan, una, la muerte, la otra, la riqueza, solo hay una oportunidad. Sentía toda clase de sensaciones, mientras, embrujado, fijaba su febril mirada en el cofre. Fueron tres largas horas de insensibilidad absoluta, plenas de deseos irresolutos. A lo lejos, campanas anunciaban las siete de la noche. Extrañas convulsiones le impedían tomar una decisión. Temblaba, y un copioso sudor inundaba su cuerpo. Finalmente, tomó en sus manos el bargueño y lo arrojó a las ariscadas olas. Introdujo sus manos en los bolsillos y con paso apresurado abandonó la playa. No había avanzado cincuenta metros, cuando las palabras de su mujer reverberaron de nuevo en su cerebro. Las consideraba más que un insulto, una humillación y de repente, una rabia infinita se apoderó de su mente. Sin pensarlo, deshizo sus pasos y regresó a la playa. Desesperado, escrutaba las torturadas olas, buscando avizorar en un vaivén, el bargueño. Allí continuaba desafiante y sin pensarlo, se arrojó para retomarlo. Exhausto, arribó a la orilla con él entre sus temblorosas manos. De inmediato, abrió la gaveta izquierda y extrajo de ella un manuscrito que decía: Toma el anillo envuelto en este manuscrito y mientras vivas, consérvalo en el dedo índice de tu mano derecha, ello te hará uno de los seres más ricos de este planeta. Cogió el cofre, y abierto, lo lanzó a las olas. Luego que lo vio desaparecer, rompió el manuscrito y esparció los trozos en el agua. Finalmente, tomó el anillo, y con fuerza, lo arrojó a la parte más profunda de la orilla. Se sentía extrañamente vivificado. Si un hombre para cumplir su misión en este mundo tiene que depender para ello del dinero, pensó, no deja de ser una mercancía más. No obstante el intenso frio que hacía, sumado a sus ropas mojadas y a la brisa marina, avanzaba calmo por la playa hacia su casa.

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