viernes, 11 de mayo de 2012

EL SOÑADOR: Era Elí, un resentido absoluto. Todos sus fracasos y frustraciones se reflejaban marcadamente en su rostro, lleno de odio y rabia. En la compañía todos le evitaban, temerosos de desatar sus irrelevancias. No obstante ser un buen empleado, capacitado para ocupar cargos de más jerarquía y responsabilidad, sus superiores nunca lo tenían en cuenta. Una noche, soñó Elí con las personas que mas odiaba en su vida, descubriendo en el sueño que tenía poderes para hacerles daño. Fue así como decidió arrojar por un abismo a sus dos jefes inmediatos, con gran divertimento de su parte. Al día siguiente, sus compañeros comentaban entre murmullos, las misteriosas muertes. La felicidad, embargó a Elí. ¡Todo era evidentemente una compensación de la naturaleza para que castigase a sus detractores! Se inició así, la etapa del soñador, que entre sueño y sueño, deleitaba su ego infringiendo todo tipo de castigos a aquéllos que en una u otra forma, hicieron de él causa de sus burlas y vejámenes. Nunca antes había disfrutado tanto con el sufrimiento humano. Una mañana, descubrió sobre su escritorio un gran legajo de cartas escritas por sus víctimas, acompañadas de cheques y efectivo. En resumen, le decían que aunque él no lo creyese, todos le estimaban ya que lo reconocían como un hombre valioso. Una gran pesadumbre invadió a Elí. Tal vez de haberlo intentado, con el diálogo, hubiera conquistado la admiración y el respeto de todos ellos, lo cual no hubiese sido difícil ya que tenían un gran corazón. Él fue siempre el mezquino. Lo embargó toda la amargura del mundo y las lágrimas cayeron sobre su escritorio. Extrañados, sus compañeros le rodearon y tímidamente se atrevieron a indagarle sobre las causas de su tristeza. Asombrado, levantó su cabeza y comenzó a reconocer a todos sus amigos. ¡Todo había sido un afortunado sueño!

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