EL MAGO
La tensión de los niños flotaba en el ambiente. Al lado de sus hijos, los padres esperaban con expectación. Cayó el telón. Vestido todo de blanco, apareció el mago. Estaba dentro de una gran caja hermética. Para ingresar a ella, era necesario mover el telón. Los niños, entusiasmados, descargaron toda su adrenalina a través de sus aplausos. El mago mostró cinco mazos sellados de cartas y subió al escenario, a cinco niños. Sobre una pequeña mesa, había una balanza. Le indicó a cada niño que pesara su mazo: todos pesaban 100 gramos. Ahora, les solicitó, saquen las cartas. Cada niño lo hizo, pero no las encontraron. Pesen las cajas, les solicitó. Cada uno anunció seis gramos por caja. El mago dijo: sin cartas no puedo hacer magia. Los niños aplaudieron a rabiar y los adultos se miraban sorprendidos. Cayó el telón y subió con igual velocidad. El mago estaba vestido todo de amarillo y los niños enrojecieron las palmas de sus manos por los fuertes aplausos. Tomando su sombrero de copas, preguntó a los niños: ¿Quieren conejitos? Se escuchó un siiiiii… unísono. El mago mostró el fondo vacio de su sombrero, luego, introdujo su mano y comenzó a sacar tortuguitas que regaló a los niños. Estos, de pie, aplaudían. Los padres empezaron a sentirse incómodos. Cayó y subió el telón. El mago apareció vestido todo de rojo. ¿Conocen la magia de las monedas que brotan de las orejas? Y luego encerró sus orejas entre sus manos. En silencio, los niños lo observaban. Puso el mago la pequeña mesa al frente suyo y sobre ella, una pequeña caja. Les mostró que estaba vacía. Se frotaba las orejas y luego descargaba sus manos dentro de la caja. De lejos se escuchaba el ruido de las monedas. Se llenó, dijo. Luego invitó a uno de los niños para que las repartiera. Subió el niño y dijo al instante: ¡Aquí solo hay dados! Los padres comenzaron a murmurar. Cayó y subió el telón y el mago apareció vestido todo de verde. Los niños estaban felices. Necesito cinco niños, dijo el mago y luego mostro su sombrero de copas completamente vacío. Solo los niños pueden encontrar los pañuelos depositados aquí, expresó el mago. Cada niño introdujo su mano y en ellas solo apareció una cuerda de cincuenta centímetros de largo, cada una de un color diferente. ¡Algo falló!, dijo el mago. Regresen las cuerdas al sombrero. Los niños lo hicieron. Luego el mago llamó a una niña. ¡Tu si encontraras los pañuelos!, le dijo. La pequeña introdujo su mano y sacó una cuerda de doscientos cincuenta centímetros de largo, con cinco tramos de colores diferentes. Los padres consideraban la presentación traumática para sus hijos y algunos planeaban hacérselo saber al mago. Cayó y subió el telón y el mago había desaparecido.
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