EL
EDIFICIO
Fue
construido en el mejor sitio de “Laureles” en el año 2006: Eran tres torres con
20 apartamentos de 2 alcobas y 100 metros cuadrados, 20 de 150 metros y 3
alcobas y 20 de 200 metros y 4 alcobas, todos con puertas de acceso blindadas y
con 1, 2 y 3 parqueaderos sucesivamente. Construcción tradicional. Dos
ascensores Mitsubishi por torre. Tenía baños Turco y Sauna, una piscina
climatizada de 250 metros cuadrados con 4 yacusis a su alrededor. Cancha
sintética de microfútbol. Cancha de baloncesto y 4 canchas de adobe para jugar
tenis de campo. Un salón para bridge, y dos más para ajedrez y billar. Un
gimnasio completamente dotado. Unidad cerrada. Un circuito de cámaras de
televisión cubría toda el área. Los encargados de la vigilancia eran oficiales
y suboficiales retirados de la policía que para el efecto habían constituido
una cooperativa. El metro se vendió a 4 millones, exclusivamente de contado.
Allí Vivian la flor y nata de algunos millonarios paisas y uno que otro
“colado”. Externamente, un moderno centro comercial con 100 parqueaderos,
almacenes, bancos restaurantes, cinemas y un mini mercado, completaba el
conjunto. El lunar de “El Edificio”, lo constituía un “mafioso” debidamente
camuflado, 3 políticos corruptos, y un abogado conectado con dudosos
contratistas estatales. Lo demás, era común en cualquier unidad residencial:
Drogas, alcohol, ninfómanas, lesbianas y travestis.
Carlos
Ponce era un ingeniero electrónico, magister en nanotecnología y especializado
en computación. Tenía 35 años y su parecido con el actor George Clooney era
indiscutible. Su presencia en “El edificio” tenía un gran interrogante, porque
no obstante devengar un salario de 12 millones de pesos mensuales, no
calificaba para el tren de egresos que exigía el ser residente de “El
edificio”. Tenía un Mercedes Benz modelo 2008, rojo y se caracterizaba por ser
demasiado parco. No obstante, ya era bastante conocido por todos los moradores
de las 3 torres ya que paso a paso, se
había ganado su confianza, convirtiéndose en el reparador, gratuito, de todos
los electrodomésticos de sus apartamentos. Sábados y domingos, ejercía su
labor, sin despertar la más mínima sospecha entre los inquilinos. Moraba en la
torre uno, piso 1201 desde hacía 3 años. La segunda alcoba, la había diseñado
de tal manera, que nadie podía imaginar todo lo que realmente ocultaba:
electrónicamente, esta se transformaba en la más sofisticada planta de
espionaje. Aprovechando las reparaciones, incrustaba aparatos de espionaje de
última generación en los sitios más insospechados de cada apartamento. Sin los
moradores saberlo, sus vidas privadas
eran “vox populi” para él. Filmados y
con máxima nitidez, aparecían en videos, todos
los procederes más comprometedores de la mayoría de inquilinos.
Había borrado y cancelado la filmación
de aquellos relacionados con la convivencia natural de matrimonios sanos y
también de aquellos que tenían ciertas aberraciones sexuales como gay y lesbianas,
al igual que de consumidores de drogas. Su plan era el de extorsionar a un
famoso “Chef”, un mafioso, a 3 políticos y un abogado: con 1000 millones, al
“Chef”, con15.000 al mafioso, 10.000 al abogado y a los demás, con 5000
millones.
El
restaurante “La ciudadela” y el “Chef”
Gordon, su propietario, eran considerados como lo mejor del país.
Incluso Gordon, tenía fama internacional, pero lo que todos desconocían, era
que cuando algún famoso le caía mal, no tardaba en extenderle una
invitación a su restaurante. Los atendía a “cuerpo de Rey”. Al final de cada
comilona, los invitados se deshacían en elogios. Ignoraban la cantidad de
porquerías que les había preparado: carnes de rata, perro y gato y todos los
postres, llevaban su semen. Su magia culinaria era tal, que indudablemente
nadie se atrevería a criticar ninguno de sus platos. El mafioso, era
considerado uno de los más ricos del país. El dinero producto de la droga, venía invirtiéndolo desde hacía
más de 20 años, en todos los sectores de la economía. Solo 2 personas, conocían
el origen de su fortuna. Era todo un “Corleone” en la sombra.
Los
tres políticos, eran los capos del tráfico de influencias y el contrabando. Sabían cómo propiciar la
concusión, la extorsión, el cohecho, el peculado, el prevaricato, la revelación
de secretos, la falsa denuncia, el favorecimiento, fuga de presos y otros
padrenuestros. Finalmente, estaba el abogado, experto en: soborno
transnacional, fraude procesal, espionaje, conspiración, enriquecimiento
ilícito, celebración indebida de contratos, pesca ilegal, contaminación
ambiental, violación de fronteras para
la explotación de recursos naturales, receptación, testaferrato, alteración de
sistemas de identificación, lavado de activos, defraudación a las rentas de
aduana, contrabando de hidrocarburos y sus derivados, evasión fiscal, captación
masiva y habitual de dineros, exportación e importación ficticia, uso ilegitimo
de patentes, agiotaje, especulación y acaparamiento, uso de documento falso,
circulación ilegal de moneda, estafa, abuso de confianza, usurpación de tierras
y adopción irregular. Era uno de los socios del mafioso: ¡Todo un angelito!
Tenían montada una “Transnacional del Crimen”. De caer ellos (Todos, excluyendo
al “Chef”), arrastrarían en su caída, a muchos prominentes líderes de la
nación.
En
el 2009, en el mes de noviembre, Carlos
Ponce vendió su apartamento al siquiatra Rodrigo Suárez. La gran mayoría de
moradores, lamentaron su ausencia. Con él, subía a 12 el número de inquilinos
que le habían precedido en la venta de su inmueble. A principios del 2012, mes
de enero, las 6 víctimas seleccionadas por Carlos, recibieron toda la
información relacionada con el porque debían pagar: varios audiovisuales,
grabados con alta tecnología, exponían las ineludibles razones del pago. Tenían
15 días para depositar el dinero de la extorsión, en cuentas cifradas, ubicadas
en diferentes lugares del mundo. De no hacerlo, prensa, radio y televisión,
recibirían todos los audiovisuales que les comprometían.
Las
reacciones más violentas, provenían del
mafioso y el abogado. Reunidos, concluyeron que el pago debía hacerse. Mientras
tanto, iniciaron la investigación del cómo habían sido gravados.
Hasta
el mes de diciembre del 2010, los extorsionados fueron gravados por el socio de
Ponce, el psiquiatra Suárez. Con mucho sigilo, durante todo el transcurso del
2011, Rodrigo se puso en la tarea de desmontar en su totalidad los equipos de
filmación. Hernán Molina, era un experto
en chuzadas y trabajaba para el abogado. En su apartamento, descubrió
todos los aparatos instalados pero no logró detectar el lugar de filmación. Ya todos los extorsionados
habían pagado. Pagar, era preferible a
enfrentar sus culpas. Se preguntaban si nuevamente serían extorsionados.
Cinco días transcurrieron, luego del pago. En una reunión casual del mafioso con
varios inquilinos, en el restaurante “La Ciudadela”, uno de ellos se quejaba de
que un corto circuito había afectado a varios de sus electrodomésticos: ¡Tan
bueno que era cuando vivía aquí el Dr. Ponce!. Al igual que un relámpago, la
respuesta que buscaba, invadió al mafioso. ¡Eureka!, casi gritó: “¿blanco es,
gallina lo pone, frito se come, dime que es?”. Cuarenta hombres fueron
seleccionador por uno de los lugartenientes del abogado, para que sin ningún
tipo de aspaviento y de la forma más reservada, ubicaran a Ponce. Fue fácil: al
primero que consultaron fue al comprador de su apartamento. Este contó que lo
había hecho a través de una agencia de propiedad raíz. Desde el mismo
apartamento, consultaron con la mencionada agencia pero estos negaron tener
archivo alguno al respecto. El nerviosismo desmoronó al siquiatra. Contó que
nada tenía que ver con la extorsión y que el único culpable era Ponce. Fue
obligado a conducir a tres de los investigadores, a la vivienda del ingeniero.
Suarez y Ponce, fueron conducidos a una finca cercana. Ya en esta, arguyó:
ustedes ganaron. Mi propuesta es la siguiente: ya sé que vamos a ser
asesinados, por consiguiente, quiero una fiesta de 24 horas, con champaña Dom
Perignon y los mejores platos con langosta y langostinos. Además, quiero que
maten a este marica delante de mí, por traidor y que me traigan dos chicos con
los que me pueda divertir durante esas 24 horas. Después, les entregaré toda la
información que deseen y al final, pueden matarme. De lo contrario, nada
conseguirán de mi parte y si quieren, pueden empezar a disparar. La propuesta,
recibió el visto bueno del abogado. Sin contratiempos, la orgia de Ponce
cumplió su cometido, encerrado en una
habitación, vigilada recelosamente durante las 24 horas. Las puertas se
abrieron y el abogado ingresó a la habitación: en la cama, los dos chicos
seguían dormidos. Dirigió su mirada al cuarto de baño que estaba cerrado. Tocó
fuerte, tres veces pero nadie le abrió. Uno de sus hombres derribó la puerta.
En el piso, desangrado, encontraron el cuerpo de Ponce. Con el borde de un vaso
despicado, se había cortado la yugular. Airado, el abogado le asestó dos
patadas en el rostro. Una llamada entró a su celular. Era el “mafioso” pidiéndole
que encendiera la televisión. Ponce, desde hacía un mes, había montado un programado, el cual debía ser reprogramado
cada 24 horas, de lo contrario, automáticamente, de forma ininterrumpida,
comenzaba a transmitir a todos los medios de comunicación, los audiovisuales utilizados en la extorsión.
JTC
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