sábado, 21 de abril de 2012




EL EDIFICIO

Fue construido en el mejor sitio de “Laureles” en el año 2006: Eran tres torres con 20 apartamentos de 2 alcobas y 100 metros cuadrados, 20 de 150 metros y 3 alcobas y 20 de 200 metros y 4 alcobas, todos con puertas de acceso blindadas y con 1, 2 y 3 parqueaderos sucesivamente. Construcción tradicional. Dos ascensores Mitsubishi por torre. Tenía baños Turco y Sauna, una piscina climatizada de 250 metros cuadrados con 4 yacusis a su alrededor. Cancha sintética de microfútbol. Cancha de baloncesto y 4 canchas de adobe para jugar tenis de campo. Un salón para bridge, y dos más para ajedrez y billar. Un gimnasio completamente dotado. Unidad cerrada. Un circuito de cámaras de televisión cubría toda el área. Los encargados de la vigilancia eran oficiales y suboficiales retirados de la policía que para el efecto habían constituido una cooperativa. El metro se vendió a 4 millones, exclusivamente de contado. Allí Vivian la flor y nata de algunos millonarios paisas y uno que otro “colado”. Externamente, un moderno centro comercial con 100 parqueaderos, almacenes, bancos restaurantes, cinemas y un mini mercado, completaba el conjunto. El lunar de “El Edificio”, lo constituía un “mafioso” debidamente camuflado, 3 políticos corruptos, y un abogado conectado con dudosos contratistas estatales. Lo demás, era común en cualquier unidad residencial: Drogas, alcohol, ninfómanas, lesbianas y travestis.

Carlos Ponce era un ingeniero electrónico, magister en nanotecnología y especializado en computación. Tenía 35 años y su parecido con el actor George Clooney era indiscutible. Su presencia en “El edificio” tenía un gran interrogante, porque no obstante devengar un salario de 12 millones de pesos mensuales, no calificaba para el tren de egresos que exigía el ser residente de “El edificio”. Tenía un Mercedes Benz modelo 2008, rojo y se caracterizaba por ser demasiado parco. No obstante, ya era bastante conocido por todos los moradores de las 3 torres ya  que paso a paso, se había ganado su confianza, convirtiéndose en el reparador, gratuito, de todos los electrodomésticos de sus apartamentos. Sábados y domingos, ejercía su labor, sin despertar la más mínima sospecha entre los inquilinos. Moraba en la torre uno, piso 1201 desde hacía 3 años. La segunda alcoba, la había diseñado de tal manera, que nadie podía imaginar todo lo que realmente ocultaba: electrónicamente, esta se transformaba en la más sofisticada planta de espionaje. Aprovechando las reparaciones, incrustaba aparatos de espionaje de última generación en los sitios más insospechados de cada apartamento. Sin los moradores saberlo,  sus vidas privadas eran  “vox populi” para él. Filmados y con máxima nitidez, aparecían en videos, todos  los procederes más comprometedores de la mayoría de inquilinos. Había  borrado y cancelado la filmación de aquellos relacionados con la convivencia natural de matrimonios sanos y también de aquellos que tenían ciertas aberraciones sexuales como gay y lesbianas, al igual que de consumidores de drogas. Su plan era el de extorsionar a un famoso “Chef”, un mafioso, a 3 políticos y un abogado: con 1000 millones, al “Chef”,  con15.000 al mafioso,  10.000 al abogado y a los demás, con 5000 millones.

El restaurante “La ciudadela” y el “Chef”  Gordon, su propietario, eran considerados como lo mejor del país. Incluso Gordon, tenía fama internacional, pero lo que todos desconocían, era que cuando algún  famoso  le caía mal, no tardaba en extenderle una invitación a su restaurante. Los atendía a “cuerpo de Rey”. Al final de cada comilona, los invitados se deshacían en elogios. Ignoraban la cantidad de porquerías que les había preparado: carnes de rata, perro y gato y todos los postres, llevaban su semen. Su magia culinaria era tal, que indudablemente nadie se atrevería a criticar ninguno de sus platos. El mafioso, era considerado uno de los más ricos del país. El dinero producto  de la droga, venía invirtiéndolo desde hacía más de 20 años, en todos los sectores de la economía. Solo 2 personas, conocían el origen de su fortuna. Era todo un “Corleone” en la sombra.

Los tres políticos, eran los capos del tráfico de influencias y  el contrabando. Sabían cómo propiciar la concusión, la extorsión, el cohecho, el peculado, el prevaricato, la revelación de secretos, la falsa denuncia, el favorecimiento, fuga de presos y otros padrenuestros. Finalmente, estaba el abogado, experto en: soborno transnacional, fraude procesal, espionaje, conspiración, enriquecimiento ilícito, celebración indebida de contratos, pesca ilegal, contaminación ambiental,  violación de fronteras para la explotación de recursos naturales, receptación, testaferrato, alteración de sistemas de identificación, lavado de activos, defraudación a las rentas de aduana, contrabando de hidrocarburos y sus derivados, evasión fiscal, captación masiva y habitual de dineros, exportación e importación ficticia, uso ilegitimo de patentes, agiotaje, especulación y acaparamiento, uso de documento falso, circulación ilegal de moneda, estafa, abuso de confianza, usurpación de tierras y adopción irregular. Era uno de los socios del mafioso: ¡Todo un angelito! Tenían montada una “Transnacional del Crimen”. De caer ellos (Todos, excluyendo al “Chef”), arrastrarían en su caída, a muchos prominentes líderes de la nación.

En el 2009, en el mes de noviembre,  Carlos Ponce vendió su apartamento al siquiatra Rodrigo Suárez. La gran mayoría de moradores, lamentaron su ausencia. Con él, subía a 12 el número de inquilinos que le habían precedido en la venta de su inmueble. A principios del 2012, mes de enero, las 6 víctimas seleccionadas por Carlos, recibieron toda la información relacionada con el porque debían pagar: varios audiovisuales, grabados con alta tecnología, exponían las ineludibles razones del pago. Tenían 15 días para depositar el dinero de la extorsión, en cuentas cifradas, ubicadas en diferentes lugares del mundo. De no hacerlo, prensa, radio y televisión, recibirían todos los audiovisuales que les comprometían.

Las reacciones  más violentas, provenían del mafioso y el abogado. Reunidos, concluyeron que el pago debía hacerse. Mientras tanto, iniciaron la investigación del cómo habían sido gravados.

Hasta el mes de diciembre del 2010, los extorsionados fueron gravados por el socio de Ponce, el psiquiatra Suárez. Con mucho sigilo, durante todo el transcurso del 2011, Rodrigo se puso en la tarea de desmontar en su totalidad los equipos de filmación. Hernán Molina, era un experto  en chuzadas y trabajaba para el abogado. En su apartamento, descubrió todos los aparatos instalados pero no logró detectar el lugar  de filmación. Ya todos los extorsionados habían pagado. Pagar, era preferible a  enfrentar sus culpas. Se preguntaban si nuevamente serían extorsionados. Cinco días transcurrieron, luego del pago. En una reunión casual del mafioso con varios inquilinos, en el restaurante “La Ciudadela”, uno de ellos se quejaba de que un corto circuito había afectado a varios de sus electrodomésticos: ¡Tan bueno que era cuando vivía aquí el Dr. Ponce!. Al igual que un relámpago, la respuesta que buscaba, invadió al mafioso. ¡Eureka!, casi gritó: “¿blanco es, gallina lo pone, frito se come, dime que es?”. Cuarenta hombres fueron seleccionador por uno de los lugartenientes del abogado, para que sin ningún tipo de aspaviento y de la forma más reservada, ubicaran a Ponce. Fue fácil: al primero que consultaron fue al comprador de su apartamento. Este contó que lo había hecho a través de una agencia de propiedad raíz. Desde el mismo apartamento, consultaron con la mencionada agencia pero estos negaron tener archivo alguno al respecto. El nerviosismo desmoronó al siquiatra. Contó que nada tenía que ver con la extorsión y que el único culpable era Ponce. Fue obligado a conducir a tres de los investigadores, a la vivienda del ingeniero. Suarez y Ponce, fueron conducidos a una finca cercana. Ya en esta, arguyó: ustedes ganaron. Mi propuesta es la siguiente: ya sé que vamos a ser asesinados, por consiguiente, quiero una fiesta de 24 horas, con champaña Dom Perignon y los mejores platos con langosta y langostinos. Además, quiero que maten a este marica delante de mí, por traidor y que me traigan dos chicos con los que me pueda divertir durante esas 24 horas. Después, les entregaré toda la información que deseen y al final, pueden matarme. De lo contrario, nada conseguirán de mi parte y si quieren, pueden empezar a disparar. La propuesta, recibió el visto bueno del abogado. Sin contratiempos, la orgia de Ponce cumplió su cometido,  encerrado en una habitación, vigilada recelosamente durante las 24 horas. Las puertas se abrieron y el abogado ingresó a la habitación: en la cama, los dos chicos seguían dormidos. Dirigió su mirada al cuarto de baño que estaba cerrado. Tocó fuerte, tres veces pero nadie le abrió. Uno de sus hombres derribó la puerta. En el piso, desangrado, encontraron el cuerpo de Ponce. Con el borde de un vaso despicado, se había cortado la yugular. Airado, el abogado le asestó dos patadas en el rostro. Una llamada entró a su celular. Era el “mafioso” pidiéndole que encendiera la televisión. Ponce, desde hacía un mes,  había montado un  programado, el cual debía ser reprogramado cada 24 horas, de lo contrario, automáticamente, de forma ininterrumpida, comenzaba a transmitir a todos los medios de comunicación,  los audiovisuales utilizados en la extorsión.

JTC

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